Priscilla Spiga

Ciao! Yo soy Priscilla Spiga, tengo 44 años y vivo en el sur de Cerdeña, entre Sestu y Sarroch. Cerdeña es la segunda isla más grande de Italia. 

Estoy casada con un hombre indiano que se llama Sailesh y estamos esperando a nuestro hijo Surya a comienzos de abril. Surya, como vosotros sabéis bien significa Sol.

He tenido la suerte de viajar por 3 continentes: Oceanía, Asia y Europa. Iba por mi cuenta y con la mochila. He vivido experiencias únicas que llenaron mi alma y mi corazón.

Empecé a los 38 años cuando estuve trabajando en una oficina en Londres como administrativa y en el departamento de Recursos Humanos. Ese fue el trabajo más bonito de mi vida, con gente abierta y con una manera de trabajar que nunca había visto en otro país. Cuando hablé con mi jefe acerca de la idea de partir y ver el mundo, en seguida él se sintió muy emocionado y feliz por mí. Él me dijo que viajara, que viera el mundo y que disfrutara de esta gran oportunidad que la vida me estaba brindando. A la hora que quisiera regresar, el trabajo siempre me esperaría. 

Mi familia aquí en Cerdeña se preocupó mucho debido a esta decisión, porque tenían miedo a que algo habría podido fracasar a la hora de viajar por mi cuenta. La pasión que puse en mi elección e incluso la preparación del mismo viaje le dio a mi familia algo más de tranquilidad y fuerza también. 

Empecé en Londres y luego me fui a Australia durante dos meses. Después me pasé un mes en todos estos países: Nueva Zelanda, Indonesia, Tailandia, Turquía, Grecia y España, en que recorrí el Camino de Santiago de Compostela. Viajé por muchos lugares y ciudades en las que hice voluntariado en granjas, fincas o simplemente en casa de alguien con una tierra lo suficientemente amplia como para hacer proyectos como compostaje, aseos secos compostables, desarrollo de huerta para conseguir alimentos y más. A cambio tenía comida y una cama. ¡Fue una aventura sin fronteras, una libertad no sólo exterior, sino también interior y además extremadamente llena! Conocí mucha gente y diferentes maneras de vivir, cociné con hombres, mujeres, mayores y viajeros jóvenes. Enseñe inglés a ricos y pobres, niños y adultos. Trabajé para una señora mayor de edad y viví con ella en su yate durante dos semanas y encima tuve la responsabilidad de dirigir un pequeño restaurante porque la dueña tuvo un accidente el mismo día en que yo estuve llegando a este pueblo de solo 50 personas en la cumbre de una montaña. Toda la familia se fue al hospital de la ciudad. Convertí el restaurante en vegano con la excusa de que los dueños no estuvieran y no había disposiciones.

Entendí la importancia del mirarme hacia dentro y de explorar el universo que somos. Antes del viaje cambié mi estilo de vida en vegano. Esta nueva conciencia y el viaje fueron la chispa de ignición que alimentaría el fuego y la pasión por la naturaleza. Todo me parecía diferente y, de alguna manera, equivocado. 

El veganismo y minimalismo abrieron mis ojos hacia esta sociedad en la que vivimos y en la cual nos sentimos presos de manera inconsciente. Desde aquel entonces maduré como vegana y empecé a rechazar y a desaprender cosas que hasta aquel momento percibía como vida normal. En los últimos siete años en mi existencia han cambiado muchísimo mi manera de ver y disfrutar de la misma vida. 

Respeto mucho a la naturaleza, su potencia y su capacidad de sustentarnos con la fuerza del sol y los elementos: el cielo, el aire, la tierra, el fuego y el agua.

Tengo experiencia de trabajo en hoteles, restaurantes, oficinas, recursos humanos, administrativa, turismo, aeropuerto, hospital, clínica dentaria y en esta época estoy terminando un curso para llegar a ser recepcionista. Mi marido es cocinero y ahora ha empezado a trabajar en un restaurante de cocina sarda tradicional. 

Espero poder compartir con vosotros la sencillez y el gran valor que los productos naturales pueden tener en nuestras vidas durante el día a día, sin desperdiciar un gran encanto. El encanto es nuestra Madre NATURALEZA.